Mundial 2022 ¿Para todos?
Por Cristian Treves, Gonzalo Escalante y Javier Elena
Ya empezó el el mundial, y como sucede siempre cada cuatro años, el fútbol copa la escena -mediática, social, laboral, cotidiana- durante varias semanas. Se amplifican, de esta manera, muchos discursos que circulan alrededor de este fenómeno central de nuestra cultura.
Los mundiales son un momento en donde se generaliza la pasión. Los partidos ya no son vistos solamente por personas fanáticas, y se amplían los espacios por donde circulan (de la cancha y el bar a la calle y el trabajo). Durante un mes, todos los espacios sociales se ponen en suspenso para dar lugar a los partidos. La vida se organiza alrededor del fixture. Y por esta misma razón, también puede ser un espacio en donde las violencias, estereotipos y relaciones de desigualdad que en general se reproducen, se amplifiquen.
Desde el equipo de masculinidades de Grow, género y trabajo, nos propusimos pensar sobre estos discursos. No para hacer una crítica al fútbol en sí, sino para pensar qué mensajes se transmiten y reproducen bajo el manto de aquello que llamamos folklore. Nos disponemos a que la fiebre mundialista nos permita repensarnos como sociedad en general, y como varones en particular.
¿Quién se convierte en héroe?
El héroe futbolístico tiene una serie de características muy masculinizadas. Debe bancársela, y ese bancársela implica poner huevos, dejar todo en la cancha, por la camiseta y por el honor. No queremos oponernos acá al jugador que se entrega al máximo en una competencia, y menos en una tan importante. Pero las representaciones que se reproducen siguen sosteniendo un prototipo de jugador que excluye cualquier tipo de disidencia a esa masculinidad dominante.
Se enaltece la fortaleza, y al débil se lo deslegitima por pecho frío. Se reivindica la victoria como único fin, más allá de los méritos, los medios y los procesos. Quien no gana se convierte en un fracasado. Y, cómo veremos más adelante a partir desde las construcciones de las tribunas, cualquier derrota se asociará con la homosexualidad.
Otro punto, es que la práctica de deporte de alto nivel, la presión que la sociedad y las empresas que los contratan, ponen sobre el buen rendimiento de los jugadores un posible pico de estrés, aumentando las probabilidades de lesiones. “La vida útil” de los jugadores profesionales esta marcada por la exigencia, ya que dependen de un tiempo para poder generar ingresos que le permitan subsistir el resto de su vida. Asimismo, el riesgo de una lesión grave con la cual esa vida útil se corta los pone en una situación de tensión constante. También debemos de mencionar lo que estas situaciones de exigencia y el lugar central que tienen estos varones, cuando se retiran, les genera un vacío que muchas veces termina en depresión.
Por otro lado, se construye una identidad futbolera que de forma excluyente es heterosexual (son contados los casos a nivel mundial de futbolistas que han podido hablar de este tema), también es cierto que desde lo emocional y desde las coporalidades, los futbolistas tienen permitido -siempre en el marco de la práctica deportiva- algunas conductas que no tienen habilitadas (o al menos no son alentadas) los varones que no forman parte de esta práctica. Los deportistas pueden llorar en determinadas situaciones (finales de competencia, retiros, despedidas), pueden abrazarse, pueden darse besos. Todas acciones que -si bien no excluidas- son difíciles de observar en las masculinidades dominantes. Desde pequeños se nos enseña que los nenes no lloran ¿Podemos empezar a identificar estas contradicciones y cuestionarlas?
Pongan huevos, no sean putos
Lo que pasa en la cancha alimenta lo que sucede -lo que se ve y se escucha- en las tribunas, ¿o es al revés? Los cantos de cancha reproducen mensajes machistas, homodiantes, transodiantes, xenófobos. Alimentan así un estereotipo en donde lo que vale es bancársela, dejar todo. Poner huevos. No ser ni puto ni cagón.
Las canciones de cancha están repletas de mensajes discriminatorios. El otro se construye a partir de su orientación sexual, reforzando así un nosotros macho y heterosexual. Pero que en una situación de enfrentamiento tiene habilitadas algunas prácticas no heterosexuales. Se da así una situación contradictoria, pero que no hace más que profundizar las violencias. La homosexualidad es inaceptable en el futbol, pero la forma de graficar una derrota está justamente vinculada con una relación sexual. Una breve repaso por algunas canciones que escuchan en las tribunas lo ilustran:
“Mirá, mirá, mirá, sacale una foto, se van para su barrio con el culo roto”. “A estos putos les tenemos que ganar”. “Les rompimos el culo”. “Como te duele la cola, desde el 9 de diciembre”. “Escuchen, corran la bola, se hicieron putos los negros de Casanova”.
Las prácticas no heterosexuales son aceptadas, entonces, desde lo discursivo, y siempre que estén en función de demostrar el sometimiento del rival, o de afirmar su debilidad. Y de paso, expongámoslo, saquémosle una foto, y corramos la bola, no sea cosa que el resto no se entere.
¿Qué pasa en Qatar? (o qué pasa en la FIFA…)
Desde que la FIFA anunció -allá por 2010, y en medio de denuncias por corrupción- que Qatar sería la sede del mundial de fútbol 2022, que se está hablando de las violaciones a los derechos humanos en este país. En lo que respecta a la agenda de género, la situación es preocupante. Las mujeres están sometidas a un régimen de tutela, a partir del cual deben contar con el permiso de sus padres o maridos para realizar diversas actividades (HRW). Mientras que para la comunidad LGBTIQ+ la situación es mucho más peligrosa: el código penal establece penas de hasta 7 años de prisión para las relaciones de personas del mismo género.
De todas formas, esto no es novedad en los debates mundialistas. En la edición anterior, en Rusia, también se discutía acerca de las libertades que negaba el país organizador. Vale preguntarse, entonces, en dónde quedan las iniciativas en materia de género, tanto de la FIFA como de las distintas confederaciones que la conforman, a la hora de elegir la sede mundialista. LA FIFA, en su guía de buenas prácticas en materia de diversidad y lucha contra la discriminación, plantea que “está prohibida la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por cuestiones de raza, color de piel, origen étnico, nacional o social, sexo, (…), orientación sexual o por cualquier otra razón, y será sancionable con suspensión o expulsión”.
Confederaciones como la UEFA, la Conmebol, y la CONCACAF también tienen iniciativas vinculadas a la agenda de género. Las instituciones en donde mayormente los varones toman decisiones, también deberían reconocer sus propias contradicciones.
Sportwashing
El sportwashing consiste en iniciativas de organizaciones o personas dentro del ámbito deportivo que dan la impresión de promover un cambio cultural, sin que ese cambio sea genuino, o tenga implicancias concretas en ese deporte.
Podemos pensar de esta forma las posturas de la FIFA, que parecen no tener peso a la hora de organizar el evento. Pero también la decisión de algunos seleccionados europeos de lucir durante el mundial de Qatar un brazalete con los colores del orgullo LGBTIQ+, a modo de denuncia a las políticas de Qatar. Si bien la iniciativa puede ser interesante, también podemos preguntarnos cómo se vive la diversidad en cada uno de esos países, y qué libertad tienen los jugadores profesionales de expresarse libremente.
A lo largo de todo el mundo, más allá de las características, las leyes de cada país, el fútbol genera un sujeto particular, que valora al máximo cualidades históricamente masculinizadas, y excluye cualquier práctica no heterosexual.