Masculinidades y violencias en el Mundial 2022
Por Gonzalo Escalante y Cristian Treves
Durante todo el año estuvimos trabajando sobre cómo se construyen los estereotipos de género en relación a los espacios de socialización, y obviamente que el fútbol y los medios de comunicación son de esos espacios. En el 2018 vieron el mundial 3572 millones de personas, lo que representa a la mitad de la población mundial.
Es decir, los mundiales se han convertido en un gran factor globalizante, donde todas las culturas seguimos durante un mes a las selecciones que han llegado. No solo vemos el juego, sino todo lo que sucede alrededor. Con quienes están, qué dicen, qué hacen, cómo juegan. Queremos escuchar sus opiniones, ver sus reacciones. La presión que ejercemos como sociedad sobre los futbolistas para conseguir salir campeones se refleja en el estatus de héroe al que los elevamos.
El obtener buenos resultados o protagonizar una situación “épica” se convierte en el fin último después de años de esfuerzos. Se resumen en un gol, en una partida. En una sociedad exitista, todo el trabajo realizado puede quedar frustrado en 90 minutos. En este contexto se eleva la tensión en el campo, que explota fácilmente, pero que además tiene la reverberación de ser vista por todo el mundo. Si a eso también le sumamos que el devenir de la selección, en especial en Argentina, es el factor que va a definir la alegría y la tristeza de todo el país, el peso que depositamos y cargan los jugadores es muchas veces abrumador.
La desigualdad en el mundial, una mirada interseccional
La FIFA actualmente tiene más países afiliados que la ONU, si bien esto responde a distintas cuestiones, sirve para contextualizar la relevancia que la sociedad mundial le da al fútbol masculino. Hay países tan dispares como Burundí o el Vaticano, que solo juegan amistosos. Si comparamos los PIB, conviven países como Ghana, con un PIB de 77 mil millones de USD en el 2021, y Estados Unidos con 23 billones.
En una sociedad que se construye cada vez más en base a polos y la identidad se basa en lo relacional y lo exógeno, la otredad ocupa el lugar de adversario. En la construcción de un sentir, de un yo nacional, la selección nacional de fútbol une, circunstancialmente, a las personas detrás de una misma bandera, un deseo y las ganas de festejar.
En el caso argentino, el pueblo pasa a ser un todo y las demás selecciones el enemigo externo que nos busca arrebatar la alegría, plasmada en la Copa del Mundo. El Mundial funciona como una especie de Aleph (1) en donde toda la historicidad nacional se une y se concentra para construir ese sentir que venimos mencionando. Así es como el partido contra Inglaterra del Mundial de México ´86, se vivió y se sigue viviendo como una revancha por la guerra de Malvinas. Ese partido posee el mejor gol de la historia de los mundiales, pero reivindicamos más el gol de “la mano de Dios”. Ambos, encima, convertidos por Diego Maradona (personaje que es un Aleph en sí mismo, pero ese debate queda para otra nota), un símbolo argentino, de la lucha contra el poder y un ejemplo de interseccionalidad.
Podríamos poner más ejemplos, pero lo concreto es que un partido contra cualquier selección, en especial si pertenece a los países de centro, no es solo un partido de fútbol sino que es la reivindicación de las desigualdades. Converge en él toda la historicidad que existe entre las Naciones.
En esta dinámica también funcionan las valorizaciones. La dinámica “civilización vs barbarie” va a estar presente porque vivimos en una sociedad global primermundista, en la cuál el capitalismo de imitación prepondera a los países desarrollados como ejemplos socioculturales. En contrapartida, el sur continúa siendo considerado como “subdesarrollado”. En el caso del partido de Argentina y Países Bajos, se ve representada esta idea de “subdesarrollo” o “barbarie” en la resolución de conflictos a través de la violencia.
Las asimetrías no son solo económicas, sino que poseen un peso cultural. Quienes realizan un análisis de los equipos en función a pensarlos, como representantes culturales de su país, como “altaneros”, “incorrectos”, “reaccionarios”, aplican un sesgo eurocentrista y la mirada sobre latinoamérica en términos de poder, en dónde “lxs brutxs” no aprendimos nada, luego de tantos años de colonización seguimos siendo “lxs indixs”.
Entonces… ¿Están ambos equipos en igualdad de condiciones?
El contexto importa
Para analizar este punto, nos centramos en el partido por cuartos de final entre Argentina y Países Bajos. Al no estar en el campo, es difícil poder dilucidar con precisión todas las situaciones que se dieron y que habilitaron el aumento de tensión. Asimismo, es imposible saber qué piensa realmente el DT de los Países Bajos, Louis Van Gaal, de los latinoamericanos, pero durante su trayectoria existen distintos episodios de desprecio por futbolistas argentinos. Recientemente, lo hizo con dos figuras actuales del seleccionado, Di María y Messi. Como marcamos arriba, lo histórico y contextual genera una efervescencia a resolverse mediante un resultado deportivo, lo cual, termina siendo más sano que una resolución mediante la violencia. El problema se da cuando, en cierto modo, ocurren las dos cosas al mismo tiempo.
¿Qué potenció la tensión existente? A los comentarios de los holandeses, se les sumó el polémico arbitraje del español Mateu Lahoz, ya apartado por la FIFA por su mal desempeño. De nuevo podemos registrar la dinámica “primer mundo vs tercer mundo” o “colonizador vs colonia”. La decisión de adicionar 10 minutos más al tiempo de juego generó malestar en los jugadores argentinos y culminó en el empate de Países Bajos en el último minuto. Los holandeses en su euforia de lograr un empate épico se encargaron de echar leña al fuego con burlas. Al finalizar el tiempo reglamentario hubo cruces en especial entre los suplentes.
La ronda de penales dió por ganador a Argentina y ocurrieron varios episodios exacerbados por los medios masivos. Para ser ordenadxs, vamos a realizarlos en orden cronológico: luego del penal, los jugadores argentinos festejan y burlan a los holandeses, esta imagen se viralizó; Lionel Messi va a increpar al técnico holandés por sus dichos; Emiliano “dibu” Martinez insulta al banco de suplente de Países Bajos; durante una nota Messi le habla a un jugador del equipo contrario y pronuncia el ya famoso “¿qué mirás bobo?”.
La violencia como respuesta
Ahora es momento de analizar los episodios mencionados y vamos, nuevamente, a hacerlo con el orden que ya utilizamos. La imagen viralizada y que motivó los comentarios de “lxs argentinxs (en plural y no solo los jugadores) son malxs ganadores”, como la mayoría de las cosas es tendenciosa. Muestra una parte de lo ocurrido, porque en la foto no se aprecia cómo los jugadores europeos increpaban en grupo a Lautaro Martinez cuando este se dirigía a patear su penal. Los latinoamericanos somos los bárbaros, pero… ¿qué es más violento? ¿Hacer un gesto de burla (las orejas de topo gigio, puño cerrado, sacar la lengua) o presionar/acosar a una persona en grupo rompiendo e invadiendo su espacio personal para perturbarlo? Ser valiente en grupo, utilizar violencia psicológica, simbólica, son actos patriarcales que se vienen marcando desde los estudios de géneros. Pero los medios esto no lo contaron, y parecen tener el sesgo de que los europeos civilizados, de primer mundo, nunca harían algo así.
Luego del triunfo el 10 argentino se acercó al banco contrincante para marcar esta situación. No utilizó gestos, no fue de manera agresiva, no los insultó. Se acercó y les dijo que lo que hicieron estuvo mal, que “hablaron de más”. Esta situación que es una manera correcta de cortar un conflicto fue descripta como una “pérdida de estribos”. Marcar y charlar situaciones que nos parecen violentas y que no consideramos correctas de una manera oral es importante para lograr una sociedad sin abuso y espacios de convivencia más sano.
Por otro lado, la situación del “Dibu”, tiene otro tinte. Su reacción es inadmisible. Grita de una manera violenta, llamando “putos” a los rivales. Esta no es la primera vez que el arquero argentino hace honor a su aprendizaje en una sociedad patriarcal y homoodiante (no decimos que él lo sea). Remarcamos la cuestión de aprendizaje, porque no es cuestión de cancelar o anular personas, sino repensar las actitudes y como nos son enseñadas y las reproducimos. Hay varios videos donde lo observamos reaccionando de la misma manera. No hay justificación alguna para utilizar como insulto una palabra que representa de alguna manera a un colectivo.
Por último, de nuevo Lionel. De todo el abanico de insultos y palabras ofensivas que podría haber utilizado, Messi usa “bobo”. Y su reacción ante un jugador que lo hostigó durante su participación en el partido, si bien no está justificada, no representa la gravedad que cierto sector, desde la visión más arriba descripta, quiere instalar.
Conclusiones
Ningún tipo de violencia merece justificación. Pero contextualizar los episodios y hacer un análisis completo sirve para saber cuales son los focos en donde se debe trabajar y no quedarnos en la espuma, en los sesgos y en las construcciones de los estereotipos.
En una sociedad violenta los varones aprenden de manera diferencial el uso de los distintos tipos de violencia como recurso para la solución de conflictos. Los varones no son violentos por naturaleza sino que somos construidos para hacer uso de esta.
Asimismo, los estereotipos operan para marcar el estatus jerárquico sin tener en cuenta la interseccionalidad. La dualidad histórica, civilización-barbarie es un binarismo que sirve como bozal para las voces emergentes desde los países de la periferia. Una práctica que el sistema patriarcal utiliza cotidianamente para mantener bajo control a las mujeres y disidencias.
Como venimos marcando, el mundial es una caja de resonancia donde todo sube a nivel 11, refleja la sociedad y sirve para mantener el estatus quo en las relaciones de poder. La presión sobre los futbolistas desgasta su salud (incluso su vida, si pensamos en Andres Escobar), y genera que sus reacciones sean la explosión de la carga que llevan. Las injusticias no desaparecen por medio del fútbol, pero cada tanto una selección de un país emergente le gana a uno de primer mundo y por un rato o unos días las desigualdades y las injusticias se ven saldadas por un resultado deportivo. Claramente esta victoria pírrica no alcanza, pero ¿quién le quita la alegría a un pueblo?