La ESI, una herramienta para promover la igualdad de oportunidades
Por Paulina Pellegrini
Las mujeres son mayoría en los sectores peor remunerados de la economía, y quienes salen de esta regla, pocas veces pueden acceder a puestos de liderazgo. En carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas) las mujeres representan solo un tercio de los estudiantes, porcentaje similar se da en las escuelas técnicas. Este mes, desde Grow, género y trabajo reflexionamos sobre la relación entre la Educación Sexual Integral y el mundo del trabajo.
Estímulos diferentes según el género
Desde la niñez, tanto en los hogares como en la vida escolar, se suele marcar el camino de qué debe hacer un niño o una niña. Esta situación se profundiza en la adolescencia, cuando el sistema educativo propone diferentes expectativas y estímulos de acuerdo al género.
En Argentina, en la escuela primaria, casi la mitad de las y los docentes consideran que hay una diferencia de rendimiento entre estudiantes.
De ellos, 8 de cada 10 sostienen que los varones son mejores en tecnología, matemática y química, y ubican a las estudiantes mujeres con mayores capacidades para áreas vinculadas al arte o las letras (Encuesta por Aula Abierta, Chicos.net y GROW, 2019). Estos sesgos en la enseñanza repercuten en la autoestima que van desarrollando las infancias, que luego se van volcando a áreas vinculadas a lo que se espera de ellas y ellos.
¿Qué tiene para aportar la ESI?
Desde hace 16 años, nuestro país cuenta con una Ley de Educación Sexual Integral (ESI), basada en la garantía de derechos, su aplicación permite que infancias y adolescencias desarrollen habilidades y conocimiento preciso en cada etapa. Las instituciones deben garantizar que se eduque en estos conocimientos desde la primera infancia y durante todo el recorrido escolar, hasta el nivel superior.
Su implementación no se trata de una sola clase, ni de una semana de dedicación exclusiva a estos temas, sino de brindar un espacio transversal y continuo en las experiencias de enseñanza y aprendizaje. Tanto con contenidos incorporados en la planificación de cada materia, como también atendiendo al emergente que irrumpe en la clase.
La ESI entiende a la sexualidad como una dimensión de la vida, y ésta no se reduce a la genitalidad, sino que vincula varios aspectos de las personas como la identidad, la afectividad, la diversidad, las formas de relacionarnos, el conocimiento del cuerpo y la salud, el respeto por los derechos humanos, la igualdad. Por eso, es tan importante su implementación con toda la comunidad educativa: familias, docentes, personal no docente.
El objetivo principal es acompañar el desarrollo de infancias y adolescencias en cada etapa formativa, sin pasar por alto pasos, ni limitar sus derechos. Una educación con perspectiva de género implica el reconocimiento de las desigualdades que aún persisten en nuestra sociedad, para que mediante diferentes estrategias pedagógicas se puedan habilitar otros mundos posibles.
El rol docente en la garantía de derechos
Mediante la Resolución 340, el Ministerio de Educación estructuró los contenidos en cinco ejes: reconocer la perspectiva de género, respetar la diversidad, valorar la afectividad, ejercer los derechos sexuales y reproductivos, cuidar el cuerpo y la salud. Estos ejes se interrelacionan entre sí y la mayoría de las veces se trabajan simultáneamente.
Como bien sabemos, la ESI irrumpe en el aula, y se educa con lo que se dice, pero también con lo que se omite. Quienes educan tienen la responsabilidad y el desafío de ponerla en práctica sea cual sea la materia que se enseñe, y para eso es necesaria la capacitación permanente, para tener en claro conceptos y contar con herramientas sólidas.
Es fundamental asumir el compromiso de derribar estereotipos y promover la igualdad de oportunidades. La igualdad de género sólo será posible si se garantizan las mismas oportunidades de desarrollo para todas las personas.
Esta nota fue publicada originalente en Tiempo Argentino el 24/08/2022.