Por Giuliana Ugolini y Pia Fitipaldi
Desde el área de Violencias de Grow- género y trabajo, manifestamos nuestra preocupación frente al contenido difundido en el reciente video protagonizado por Javier “Chicharito” Hernández, que pone en evidencia dinámicas de violencia simbólica y la reproducción de estereotipos de género que contribuyen a perpetuar relaciones desiguales de poder.
En su discurso, podemos ver expresiones y actitudes que refuerzan roles tradicionales y prejuicios que afectan la construcción de una cultura respetuosa e igualitaria. Este tipo de representaciones naturalizan comportamientos violentos y discriminatorios, ya que muchas de las personas que lo ven, pueden tomar sus discursos como válidos.
En su mensaje, refiere que las mujeres deben permitir “dejarse ser lideradas por un hombre”, lo cual configura una dinámica de poder jerárquico y subordinación, que representa una estructura desigual que, una vez más, subordina a las feminidades ubicándolas en un lugar de inferioridad que debe cumplir como única vía posible el mandato de que las mujeres deben cocinar, criar, estar en casa etc.
Además, cuando una figura pública sostiene que las mujeres solo deben “limpiar, recibir y sostener”, está reproduciendo mandatos de género que históricamente han relegado a las mujeres al ámbito privado, despojándolas de autonomía y poder de decisión.
Esta reproducción de estereotipos y mandatos es nombrada como violencia simbólica ya que, a través de mensajes, discursos y comentarios, se reproduce la discriminación y subordinación de un género sobre otro. Entendida como aquella que se ejerce de manera invisible, a través de sentidos, palabras, gestos, imágenes y discursos que legitiman la desigualdad.
Esta forma de violencia, refuerza desigualdades estructurales, al validar un único modelo de masculinidad dominante y de feminidad sumisa; deslegitima otras formas de ser mujer y de construir vínculos, especialmente aquellas basadas en la equidad, la corresponsabilidad y el respeto mutuo; y lo más preocupante: se disfraza de consejo, espiritualidad o motivación, volviéndose aún más peligrosa porque opera sin ser cuestionada.
Por eso, es clave visibilizarla y nombrarla. No se trata de censurar opiniones, sino de señalar que los discursos tienen efectos reales en la vida de las personas, y que quienes los emiten desde lugares de poder o influencia, tienen una responsabilidad ética y social.
A partir de su exposición, desde Grow- género y trabajo, nos preguntamos por un lado, cómo impactan sus comentarios en quienes lo siguen, y por el otro, en quienes lo reciben por la magnitud que toman los videos que se exponen en las redes sociales.
Por último, reafirmamos nuestro compromiso con la promoción de relaciones basadas en el respeto, la igualdad y la no violencia. Es importante reflexionar y problematizar sobre cómo los estereotipos de género y las dinámicas de poder pueden manifestarse de manera sutil o explícita en diferentes contextos, y sobre la expansibilidad y permanencia de discursos en línea.