Marcelo Vallejos. Equipo de masculinidades de Grow – género y trabajo
En el abordaje de la problemática de la violencia contra las mujeres resulta condición necesaria pero no suficiente la visibilización y el análisis de estadísticas e informes.
De acuerdo al informe del Observatorio Ahora Que sí nos ven, desde el 1 de enero hasta el 30 de octubre de este año se registraron 200 femicidios en nuestro país. Una cifra terrible que refleja la situación que atraviesan las mujeres día a día. Para que las cifras dejen de ser simples números que sorprenden y causan estupor se debe trabajar con los hombres, visibilizar aquellos comportamientos y conductas que reproducen violencias, desde las más sutiles o indetectables como micromachismos, hasta los casos más extremos, como el abuso sexual o los femicidios.
Desde Grow – género y trabajo impulsamos el trabajo con hombres como una estrategia en la cual la sensibilización y concientización funcionen como alternativas al mero punitivismo. La sanción o la condena es necesaria, pero si realmente queremos que las mujeres transiten una vida sin violencias hay que poner el foco en un sistema social y político que reproduce desigualdad, estereotipos, roles y mandatos que les impactan directamente.
Pensar(se)
El análisis de la violencia que los hombres ejercen contra las mujeres nos obliga a ir a la génesis de la construcción sociocultural, que distribuye de manera relacional y excluyente distintos roles y estereotipos, como así también conductas y comportamientos. Históricamente se ha transmitido de generación en generación que los hombres deben “solucionar” mediante la violencia los conflictos que suscitan. La apropiación de ese mandato por parte de los hombres ha normalizado la violencia de género como una salida a las situaciones que no pueden manejar o a la pérdida de dominio y control sobre las mujeres. Porque al fin y al cabo todo termina siendo una cuestión de poder. Cuando hablamos de pensar(se) hacemos referencia a poder hacer un ejercicio reflexivo sobre cómo se construye la identidad de los hombres y en qué medida está condicionada por patrones con una matriz de violencia desde la socialización más primaria.
Reconocer(se)
Desde Grow – género y trabajo proponemos que los hombres deben pensar cómo impacta esta socialización en las relaciones de género. Esto obliga a dejar de mirar la violencia como algo que es de otros y comenzar a reconocer prácticas cotidianas que de manera más o menos explícita exponen a las mujeres a un escenario hostil. En este punto resultan clave dos cuestiones: la incomodidad y la autocrítica. La incomodidad de reconocer cuántas veces los hombres han sido parte de lo que consideraban ajeno, y la autocrítica como primer paso en el camino de reparar heridas que se han provocado.
Transformar (se)
Si los hombres han llegado hasta este paso deben tener en claro que sin una transformación verdadera el cambio de escenario queda trunco. Y esta transformación no debe quedarse en una mera etiqueta, sino que debe plasmarse en acciones concretas, continuas y colectivas. Hablamos de acciones concretas para no quedarnos en lo discursivo, de continuidad para que no haya conformidad con actos aislados, y de ejercicio colectivo para detectar y cambiar lo que sucede en los entornos. Lo individual puede ser un punto de partida pero nunca de llegada.
Desde Grow – género y trabajo abordamos la temática desde el ciclo “Aliados por espacios de trabajo libre de violencia”, un espacio reflexivo que tiene como objetivo involucrar a los hombres en la agenda de Diversidad e Inclusión y en las políticas organizaciones destinadas a la erradicación de las violencias contra las mujeres.



