. OHLALÁ
En nuestro país, los padres tienen solo dos días de licencia por nacimiento. Qué impacto tiene esta desigualdad en el acceso al trabajo, la equidad de género y el derecho al cuidado compartido. Un análisis de Georgina Sticco, cofundadora de Grow.
Hace muchos años vi una película que me encantó, “Cuestión de tiempo” (2013), habla de Tim que descubre a los 21 años que los hombres de su familia adquieren a esa edad la habilidad de viajar en el tiempo. En esta comedia romántica vemos cómo él vuelve una y otra vez a eventos pasados de su historia, para arreglar disputas, o ayudar a prevenir enfermedades.
Pero uno de los temas que más me impactó fue el vínculo de Tim con su padre James. Creo que ha sido una de las primeras veces que ví en una pantalla una relación de padre-hijo donde prevalece la vulnerabilidad, el abrazo, el consejo, el acompañamiento. Donde cuidar a un hijo se trata de estar y compartir miles de momentos.
¿Por qué empiezo con esta historia? Porque muchos hombres quieren estar presentes. Estudios recientes muestran que 8 de cada 10 varones valoran ejercer una paternidad más activa (Provokers). Sin embargo, cuando desde Grow – género y trabajo les preguntamos a hombres jóvenes en 2023 qué cambió en los últimos años, solo el 50% sintió que hoy los padres son más afectuosos. ¿Qué los detiene?
La respuesta no está solo en los deseos personales, sino en las condiciones estructurales. Para acceder a una licencia de paternidad hoy, uno debe estar en relación de dependencia, ningún trabajador/a independiente cuenta con este derecho. Pero aún entre quienes están en relación de dependencia, cuidar es solo para algunos privilegiados, dado que en la Argentina la licencia es solo de dos días —una de las más bajas de la región. El mensaje es claro: cuidar no es un derecho para los varones.
Y esto no es solo un problema de equidad familiar. Es también un problema de equidad laboral. En los países que han avanzado en la ampliación y equiparación de las licencias parentales —como Islandia, Suecia o Noruega— las mujeres no solo tienen mayores posibilidades de volver al trabajo, sino que enfrentan menos obstáculos para crecer profesionalmente. Las licencias igualitarias son una política concreta para reducir las brechas de género en el empleo.
De 114 países en el mundo que ofrecen una licencia de paternidad, solo 8 tienen una igualdad efectiva en los días, estos son Suecia, Islandia, Japón, Noruega, Portugal, Finlandia, Lituania y España. En todos ellos la brecha de acceso al trabajo entre hombres y mujeres se redujo.
En América Latina, los países con mayores licencias son Ecuador, Venezuela, Paraguay y Colombia, cada uno entre 14 y 15 días. Uruguay, hoy con 10 días, aprobó una reforma para extender a 17 días totales a partir del 2026.
En nuestro país, el debate sigue pendiente. La buena noticia es que hay organizaciones que no esperan el cambio legislativo para actuar, y ya están ampliando las licencias, y hacerlas accesibles a todas las configuraciones familiares. Por supuesto que el nuevo desafío es promover su uso real, para convertirla en una una forma concreta de generar impacto.
Miedo a represalias, o a que el uso de licencias no sea bien valorado para la carrera profesional, pueden funcionar como barreras que limitan el involucramiento de los padres en el cuidado. Por eso es fundamental el rol de los líderes: contar con liderazgos que promuevan activamente el uso de las licencias, y que practiquen con el ejemplo, para naturalizar estas prácticas, y que no sean vistas como barreras al crecimiento profesional.
El cuidado no es un asunto privado. Es un tema central para la justicia social y la igualdad de género. Extender y equiparar las licencias parentales no es un gesto simbólico: es una decisión política que impacta directamente en las oportunidades laborales de millones de mujeres y en la posibilidad de millones de varones de ser padres presentes.