En diálogo con Nota al Pie, Paz D’Urbano, coordinadora de formación de Grow – Género y Trabajo, analizó cómo las tareas domésticas y de cuidado siguen recayendo principalmente sobre las mujeres y qué políticas son necesarias para construir un mercado laboral más equitativo.
Este domingo se celebró en Argentina el Día de la Madre, una fecha que busca agradecer el tiempo y el amor que implica maternar. Sin embargo, detrás de las celebraciones persiste una pregunta: ¿Qué peso tienen las tareas de cuidado en la vida laboral de las mujeres?
Paz D’Urbano, coordinadora de formación de Grow – Género y Trabajo, explicó que “se habla de doble jornada porque, además del trabajo remunerado, muchas mujeres asumen de manera casi exclusiva las tareas domésticas y de cuidado dentro de sus hogares”. Para la especialista, “estas tareas, como cocinar, limpiar, acompañar, también constituyen trabajo, aunque no siempre sean reconocidas ni remuneradas”.
En esa línea, destacó que el sector de cuidados representa un 16,8% del PBI argentino, superando a rubros como el comercio (16,7%) y la industria (15,3%). “Las estadísticas muestran una marcada desigualdad: las mujeres dedican, en promedio, el doble de tiempo que los varones a las tareas de cuidado no remuneradas. Esto tiene un impacto directo en sus oportunidades y calidad de vida”, agregó.
Desigualdad e inserción laboral
Los datos confirman esa brecha estructural. Según información de Ecofeminita, nueve de cada diez hogares monoparentales son en realidad monomarentales, es decir, dependen de una mujer que materna. Además, solo el 36% de las madres que crían solas recibe algún aporte del padre, y las cuotas impagas equivalen al 2,7% del PBI nacional.
En ese sentido, D’Urbano explicó que en Grow utilizan la metáfora de los “escenarios de la desigualdad”, elaborada por ONU Mujeres, para graficar cómo el género condiciona la experiencia laboral y reproduce brechas en distintos niveles: acceso, permanencia, desarrollo y especialización.
“Las cifras reflejan que las mujeres enfrentan mayores obstáculos para ingresar al mercado laboral y, cuando lo hacen, suelen concentrarse en sectores de menor remuneración, menor estabilidad y escasas oportunidades de crecimiento. Además, las interrupciones en sus trayectorias —motivadas por las responsabilidades de cuidado— dificultan la acumulación de experiencia y capital profesional”, sostuvo. En consecuencia, dijo, “esto se traduce en una menor representación en puestos de liderazgo, una persistente brecha salarial y un techo de cristal que limita su desarrollo”.
Medidas de cara al futuro
Pese a este panorama, D’Urbano destacó algunos avances recientes: “En los últimos años, se observan avances tanto a nivel social como organizacional. Cada vez más personas y empresas reconocen que las tareas de cuidado son una responsabilidad compartida”.
Entre las medidas más relevantes, mencionó la implementación de “políticas de trabajo híbrido, horarios adaptables, licencias parentales igualitarias y programas de acompañamiento al cuidado”. Estas iniciativas, señaló, buscan equilibrar la vida personal y profesional y promover una cultura laboral más justa.
Además, destacó que “el debate público sobre la corresponsabilidad y el valor del trabajo doméstico ha ganado espacio en la agenda, impulsando transformaciones culturales. Aunque los avances son importantes, todavía persisten prácticas y sesgos que asignan el cuidado como ‘natural’ a las mujeres, por lo que el desafío sigue siendo profundizar estos cambios y sostenerlos en el tiempo”.
Para D’Urbano, las organizaciones cumplen un rol clave en esta transformación. “Las empresas tienen un papel fundamental como agentes de cambio cultural y estructural, ya que las decisiones que toman en materia de políticas laborales, beneficios y cultura organizacional impactan directamente en la equidad de género”, afirmó.
En este sentido, consideró que “resulta clave avanzar hacia políticas que promuevan la corresponsabilidad en el cuidado y que reconozcan la diversidad de realidades familiares”. Esto implica, entre otras acciones, “ampliar y equiparar las licencias parentales y de cuidado, ofrecer modalidades de trabajo flexibles sin penalizar las trayectorias laborales, y crear espacios institucionales de contención —como salas de lactancia o convenios con centros de cuidado— que faciliten la conciliación entre la vida laboral y personal”.
Finalmente, subrayó la necesidad de “revisar los sesgos de género presentes en los procesos de evaluación, promoción y liderazgo” y concluyó: “Las empresas no son solo parte del problema, sino una pieza esencial de la solución: al asumir su rol en la redistribución del cuidado y en la promoción de la equidad, se convierten en actores clave para construir un mercado laboral más inclusivo y justo”.



